sábado, 29 de noviembre de 2014

Capítulo 3.

Thessa:

Despertar llena de fuerza y vitalidad no era muy habitual en mí desde hacía un tiempo; por eso me sorprendí cuando me vi frente al frigorífico buscando algo que llevarme a la boca y con una sonrisa en los labios. Estaba hambrienta, pero allí no había prácticamente nada más allá que un pedazo de queso mohoso y un par de yogures desnatados caducados de los que le gustaban a Caleb, a si es que podía hacerme una idea de cuánto tiempo llevábamos sin hacer la compra.
En esa casa la única que comía comida humana era yo, ya que Caleb había sido secuestrado por mi hermanastro y dado que yo no había vuelto a probar un plato decente desde entonces y casi toda la comida acababa por ponerse mala, no habíamos vuelto a hacer la compra, ya que Betsi me había dado por imposible, a si es que tuve que conformarme con calentar un vaso de sangre 0+ en el microondas y darme un canto en los dientes.
Me apoyé en la encimera, esperando a que el microondas me avisara de que mi plato estaba listo mientras que enredaba en mi pelo enmarañado, dándole vueltas a tantas cosas que no sabría por donde empezar a buscarles la lógica. Respiré hondo y me concentré, intentando ordenar los hechos.
Por regla general, desde que Caleb había desaparecido, mis días se habían convertido en un infierno y ni siquiera tenía ganas de levantarme de la cama, pero si me quedaba era mucho peor, pues acababa dormida y volvían a mí las pesadillas, pero ese día no había sido así. Ese día ni siquiera había sido consciente de que me había despertado hasta que mi cerebro no se había dado cuenta de la situación: yo ante un frigorífico buscando comida y muerta de hambre. Algo insólito. Ni siquiera había tenido pesadillas aquella noche después de volver a dormirme. Lo único que recordaba era oscuridad y ansiedad. Nada más. Por eso estaba tan extrañada. No es que no me alegrara de tener algo de hambre o de haberme desecho de esas malditas pesadillas que me acosaban noche sí y noche también; sino que todo había tenido lugar después de descubrir que alguien me había estado observando.
¿Qué cómo sabía que alguien me había espiado? Muy sencillo; no habría huido cuando lo miré. Por lo que todo encajaba; aunque también podían ser paranoias mías y simplemente haber sido un transeunte a altas horas de la madrugada.
Normalmente en aquel barrio no solían haber disturbios, pero más de una vez los vecinos habían llamado a la policía para que se encargaran de los chavales problemáticos después de una larga noche de borrachera; pero aquella persona no parecía un joven borracho. Más bien parecía alguien cuidadoso que se había puesto nervioso al ser descubierto y por eso había salido huyendo. Además, había estado esa sensación... había sido algo extraño. Lo había notado, sus ojos puestos en mí, pero al rato la calma me había invadido y recordaba haber caído rendida en la cama, fuera de preocupaciones. Tenía un nudo en el pecho que me oprimía deseando salir al exterior pero que algo no lo dejaba y lo retenía ahí. Era como una falsa felicidad; porque aparentemente yo me encontraba bien, incluso sentimentalmente estaba bien, pero no era real.
El sonido del microondas me despertó de mi aletargo con un pitido estridente. Sacudí la cabeza para despejarme y los mechones de mi pelo enmarañado se agolparon en mi cara, cubriéndola por completo.
-Tengo que hacer algo contigo -mascullé entre dientes.
Me pasé los dedos por el pelo y me lo recogí en un moño desgreñado en lo alto de la cabeza. El calor era insoportable por las mañanas y sobretodo para una vampira como yo. A mí, debido a mi mezcla de especies, no me afectaba el Sol tanto como a un vampiro normal, ya que yo podía salir a la calle a plena luz del día sin necesidad de un hechizo de protección, pero no dejaba de ser incómoda su presencia y por eso, odiaba los veranos.


Betsi:

Un pitido me despertó. Busqué entre la oscuridad mi despertador, llevándome por medio un libro, mi móvil y un vaso sucio de sangre de la noche anterior, hasta que dí con él. Marcaban las nueve de la mañana, lo que quería decir que faltaba una hora hasta que sonara. Fruncí el ceño algo desconcertada, puesto que, a pesar de la presencia de Thess, yo era la única que vivía en aquella casa y ella solía pasarse el día metida en la cama sin horarios de sueño.
Me restregué los ojos con los puños de las manos para ver algo mejor. Volví a comprobar la hora. Las nueve y un minuto.
-Qué extraño... -murmuré, algo desconcertada.
Volví a meter la cabeza entre las sabanas, restando importancia a lo sucedido, pues perfectamente podía haber sido algún vecino o alguien de la calle y mi sensibilidad auditiva lo había captado; pero en cuanto oí los disparos me levanté y salí pitando de la habitación. De no haber estado muerta ya, probablemente me habría dado un infarto.
Entré primero en la habitación de Thessa, pero allí no había nada y cuando digo nada, es nada, ni tan siquiera ella.
Las pulsaciones se me aceleraron y mi instinto vampírico salió a la luz por voluntad propia. Me asomé a la ventana, pero allí no había nadie. Corrí escaleras abajo y de repente el corazón me dio un vuelto. No sabía si pegarla por el susto que me había dado o abrazarla por estar fuera de su apestoso cuarto.
-¡Te voy a matar! -gruñí entre dientes, aún con los caninos a la luz.
-¿Qué pasa?-Thessa me miró desconcertada desde el sillón.
-¡Me has dado un susto de muerte!
Exhausta, me dejé caer junto a ella con los ojos cerrados. Por un momento me había temido lo peor; que su hermano por fin se había decidido por dar señales de vida.
Cuando abrí los ojos, Thessa me miraba con los suyos muy abiertos y vidriosos, a punto de llorar; pero con una sonrisa de oreja a oreja en los labios.
-Técnicamente ya estás muerta -sonrió, aún más.
Yo no pude evitarlo y me eché a reír liberando la tensión que se había apoderado de mí dos minutos atrás. Me incorporé y la estreché entre mis brazos.
-Maldita seas -le susurré al oído- que susto me has dado.
-¿Por?
-Un pitido me ha despertado, he pensado que era el despertador, pero no y cuando me he vuelto a tumbar en la cama he escuchado uno disparos -le expliqué apresuradamente separándome de ella.- He entrado en tu cuarto pero no estabas y por un momento....
Thessa se echó a reír a carcajadas limpias, algo que, sinceramente, me sorprendió.
-¿Qu-qué pasa? -me aventuré a preguntar, mirándola con el ceño fruncido.
Ella me miró y señaló a la televisión con uno de sus dedos huesudos. Una película de pistoleros del año en el que mis padres aún moceaban llenaba la caja tonta de imágenes. Yo la miré con ira contenida y me lancé sobre ella atacando directamente a las costillas, donde sabía a ciencia cierta que estaba llena de cosquillas. Thessa pataleó e incluso me zarandeó para intentar quitarme de encima, pero yo resistí.
-¡Basta! -chillaba entre risas- ¡Por favor!
-Me has asustado, mereces lo peor -reí yo, contenta por verla feliz.
-¡Betsi! Por favor.
-Noups.
-Besti, para ya por favor -su suplica sonó más como un quejido que como un ruego o eso me pareció a mí.- Betsi...
Una ráfaga me sacudió de arriba a abajo y acto seguido estaba volando por los aires, hasta que la pared me frenó y caí de bruces al suelo. Un dolor me recorrió todos y cada uno de los huesos del cuerpo, aunque donde más concentrado estaba era en mi hombro derecho, el cual se había desencajado. Thessa me miraba horrorizada desde el sillón y algo me decía que había dejado de respirar de la impresión puesto que su tono rondaba el púrpura azulado. Intenté levantarme, pero las piernas me fallaron a si es que apoyé la espalda en el suelo y me quedé ahí tumbada, recuperando fuerzas.



Thessa:

Sin saber muy bien como, una fuerza sobrehumana recorrió todo mi cuerpo y mandó a Betsi a la otra punta de la habitación. Normalmente, cuando practicaba magia, un hormigueo se agolpaba en mis manos, pero aquello poco tenía que ver con la sensación a la que estaba familiarizada.
Me incorporé lo más rápido que pude y la imagen de Betsi derrumbada en el suelo me desarmó por dentro. Sabía que en un par de minutos ella estaría bien, pero le había hecho daño y mucho.
Corrí hacia ella e intenté incorporarla.
-¿Estás bien? -pregunté con un hilo de voz, mientras la llevaba hacia el sofá- N-no sé que ha pasado, yo solo quería que te quitaras de encima y...
-Estoy bien Thess -asintió, con una mueca de dolor, cuando levantó las piernas para tumbarse sobre la superficie acolchada del mueble- nada que no pueda curarse.
-Dios Betsi... -susurré, sentándome en el suelo junto a ella.
-Necesito un favor.
Mi amiga se giró hacia mí con los ojos aún cerrados y entonces se miró el hombro. Yo seguí la dirección de su mirada y solté un gritito ahogado al comprobar a lo que se refería. Su hombro estaba desencajado. La miré asustada. Sabía perfectamente que no era nada grabe, Betsi ya era una vampira, y su hombro estaría bien en unos minutos, el problema era que yo le había hecho eso.
Respiré hondo y con un empujón se lo coloqué de nuevo. No le di tiempo a prepararse y un alarido de dolor salió de lo más profundo de su garganta.
-¿Mejor? -inquirí, con una ceja levantada.
Betsi me miró con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados cuando dejó caer la cabeza sobre el cojín del reposa-brazos.
-Sí -suspiró.
-Joder -espeté, pegando con mi pie descalzo en el suelo.
-¿Me puedes explicar qué demonios ha sido eso? No me malinterpretes, me alegro mucho de que vuelvas a usar tu magia, pero... ¡NO CONTRA MÍ!
Mi magia había dejado de funcionar; al principio no sabía muy bien el motivo pero no tardamos en averiguarlo.
Después de que Caleb desapareciera, me sumí en un estado en el cual no habría sido bueno que mi magia hubiera salido a la luz. De vez en cuando había intentado llevar a cabo hechizos sencillos, pero siempre salían mal. Una vez intenté prender una vela y al final acabé incendiando un sillón, por lo que decidí suprimirla hasta que me encontrara mejor.
La magia, tenía vida propia; por eso muchas brujas, a lo largo de la historia, nunca habían sido capaces de doblegarla. Era un espíritu en fusión con el alma de la bruja; si esta veía oscuridad en ella, se desactivaba, quedando en un modo de reposo hasta pasar a otra generación; por eso las brujas podíamos pasar nuestra magia a otra persona o a un simple objeto.
Mi alma y mi magia habían dejado de estar en perfecta compenetración y ella había decidido desaparecer, esperando el momento oportuno.
-No lo sé... ha sido extraño. -La miré con el entrecejo fruncido, intentando buscar una explicación a lo ocurrido.- Normalmente siento un cosquilleo en los brazos y luego en las yemas de los dedos pero...-me contemplé las manos, como si allí se hallara la respuesta- esta vez ha sido como si luna fuerza extraña saliera de mí.
-Que raro... -susurró.
De repente, una bombilla se encendió en mi interior.
-Anoche... -empecé, ordenando las palabras en mi mente, antes de darles voz. Carraspeé y continué- anoche vi algo Betsi.
La chica se incorporó con una mueca de dolor, haciéndome un hueco a su lado. Dio un par de palmadas sobre el cojín para indicarme que me sentara y así lo hice.
-¿A qué te refieres con que viste algo?
-Anoche me desperté de madrugada. Pasé algunos minutos despierta apoyada en la ventana y sentí que alguien me estaba observando.
-¿A qué hora?
-No lo sé -me encogí de hombros, intentando hacer memoria- pon que fueran las dos o las tres de la mañana. No estoy muy segura.
Betsi suspiró, dejando caer sus hombros hacia adelante, derrotada. Ella estaba al tanto de mis pesadillas, pero yo nunca le había contado que pasaban en ellas. Suficiente tenía como para preocuparse aún más.
-Olvídalo -dijo con resignación- era yo.
Mi amiga se levantó del sofá y se dirigió a la cocina bajo mi atenta mirada. Su respuesta me había pillado un poco con la guardia baja dado que no había pensado en esa posibilidad. Desde un primer momento había llegado a la conclusión de que se trataba de un hombre y no una mujer.
-¿Tú? ¿Por qué ibas a ser tú?
La seguí hasta la cocina y me senté sobre la encimera, donde había estado un rato antes mientras esperaba a que el microondas terminara su trabajo.
No respondió enseguida, sino que se tomó un par de minutos para responder.
-Salí a dar una vuelta.
-¿A las dos de la madrugada? -inquirí con clara sorpresa.
-Sí, no podía dormir y salí a dar un paseo. A veces lo hago y lo sabes.
A pesar de que su respuesta era cierta, estaba al tanto de sus escapadas nocturnas, sabía que no había una clara verdad en sus palabras. Hacía tiempo que no había mentiras para mí por su parte.
Pensé en la posibilidad de decirle que sabía que me estaba mintiendo. Era obvio que la persona a la que vi, ya fuera hombre o mujer, no se trataba de mi compañera, pero también pensé en que si Betsi me había ocultado la verdad, sus motivos tendría a si es que decidí no darle más vueltas y dejarlo estar.
-¿Por qué no podías dormir? -cuestioné, en un ultimo intento de contrastar mis sospechas.
-No he parado de darle vueltas a lo de mi hermano. -Contestó finalmente.
-Betsi... -susurré, atrayéndola hacia a mí y estrechándola en un fuerte abrazo.
Su hermano era el motivo por el cual sus padres habían decidido mudarse a la ciudad. Tenía un tipo de enfermedad degenerativa que iba paralizándole ciertas partes de cuerpo. Los médicos le habían dicho que su esperanza de vida no llegaría a más de los treinta años, pero sus padres aún no habían perdido la esperanza. Betsi y Jer estaban muy unidos; a penas se sacaban dos años.
-Lo hecho mucho de menos Thess -sollozó, humedeciéndome la piel- pero... no puedo...
-Shh -le acaricié la el pelo a modo de consolación- sabes que estará bien.
-Lo sé, pero... el otro día hable con mis padres.- Se separó de mí para limpiarse las lágrimas de los ojos- me han dicho que está peor. Antes era capaz de caminar, con ayuda pero ya...
Se ahogó al final de la frase y no pudo terminar de hablar, pero no me hacía falta, pues podía imaginarme la respuesta.
-Betsi... -empecé a decir, pero frené extrañada, cuando sus ojos se centraron en algo detrás de mí.
Sus labios dibujaron una sonrisa.
-Has comido.
-¿Qué? -pregunté sin comprender.
Con la velocidad del rayo, fue hasta el comedor y se plantó frente a mí con un vaso usado, manchado de sangre por todas partes.
-Has comido -se rió, señalándolo con su dedo índice.
No pude evitar sonreír al ver la alegría reflejada en sus ojos.
-Sí -asentí- de hecho creo que ha sido el microondas lo que te ha despertado.
-Solo por esto te perdonaré que casi me haya dado un infarto y que me hayas empotrado contra la pared.
-¿Gracias? -reí, arqueando las cejas.
-Has recuperado el apetito. -No fue una pregunta, más bien una afirmación, como si fuera algo obvio.- Ya era hora.
-Si bueno, sobre eso quería yo hablarte...No hay nada en la nevera.
-Lo sé. Dejé de hacer la compra. -Sacó dos bolsas de sangre del frigorífico y me tendió una, la cual yo acepté vacilante.-Esto se merece un brindis.
-Betsi yo... -intenté advertirla de que no cantara victoria tan pronto; de que tenía mis truculentas sospechas al respecto, pero la vi tan feliz, que no pude negarselo.- Está bien -sonreí- ¿por qué brindamos?
-Por la vuelta de Theressa Whest.


Elhija:

La casa estaba demasiado vacía. Daniel se había ido con Gabriel y ahora me pertenecía solo a mi. Antes teníamos servicio de limpieza, pero decidí echarlos cuando me marché.
Cuando llegamos a Foxckrawens, Gabriel nos asignó aquel lugar para vivir con argumentaciones como que estaba alejado del pueblo y que él se encargaría de crear un hechizo protector para que así su hermana nunca diera con nosotros; pero él no contaba con que yo acabaría salvándole de un ataque de sus propios secuaces.
Todavía recordaba aquél dichoso día en el que la vi por primera vez en persona en la tienda de abetos. La había visto antes en fotos que su hermanastro nos había mostrado a Daniel y a mí, pero no era lo mismo. Ella ni tan siquiera se dio cuenta de lo que yo era.
Estaba con su amigo comprando un árbol de navidad. Los seguí desde la pizzería en la que Caleb trabajaba y cuando vi que el chico la dejaba sola un segundo, supe que esa era mi oportunidad para acercarme a ella. Gabriel me ordenó explícitamente que me enfrentara a Thessa hasta que quedara inconsciente, pero cuando sus ojos se fijaron en los míos... todo se fue al traste. Por eso cuando me enteré de que le habían preparado una emboscada no pude evitar verme implicado en ella. No podía dejarla a su suerte y sabía que ella sola no podría con todos y decidí acogerla en casa.
A Daniel no le hizo ninguna gracia que la metiera majo nuestro techo, con el metamorfo incluido, pero lo engatusé con mentiras y engaños de los cuales con el tiempo me di cuenta que eran más para mí que para sí. Le debíamos lealtad a Gabriel; pero yo no estaba dispuesto a hacerle daño a semejante criatura solo porque el loco de su hermano me hubiera sacado de las calles.
Gabriel era un buen tipo, pero la obsesión con su hermana lo había trastornado y no tardé en darme cuenta de ello. Al principio creí que sería un buen amigo, incluso llegué a considerarlo un hermano. Daniel siempre decía que yo lo único que le tenía era envidia; pero no era así.
Mientras que yo siempre había sido consciente de la situación; la ceguera había atrapado a mi amigo, protegiéndolo de la realidad.
Me encontraba en el salón, terminando de quitar las últimas sábanas cubiertas de polvo que habían protegido los muebles esos últimos meses cuando un crujido proveniente del piso superior llegó hasta mis oídos. No había nadie más en aquella casa excepto yo.
Dejé lo que estaba haciendo y subí sin hacer un solo ruido. Quizás se tratara de una rata o algún pájaro que hubiera entrado por alguna ventana, pero yo siempre había sido muy precavido.
Anduve por todas las estancias, pero en ninguna había nada fuera de lo normal a excepción de un polvo sobrehumano generado por meses de encierro. Iba a dejarlo estar, pero entonces una risa ligera como el canto de un pájaro me sorprendió a mis espaldas. Me giré a toda velocidad, pero ella fue más rápida.
Una masa de cabello rubio se cernió sobre mí tirándome al suelo con un fuerte estrépito. Intenté incorporarme, pero sus fuertes manos me empujaron contra el suelo impidiendo que me moviera.
-Hola bombón -dijo con su seductora voz.



miércoles, 12 de noviembre de 2014

Capítulo 2.

Betsi:

  Odiaba verla así. Saber que Thessa era una chica llena de vida y ver cómo se estaba consumiendo en la rabia y la desesperación era algo horriblemente atroz. Yo había perdido a miembros de mi familia, pero nunca había estado de tal manera. Caleb y Thessa estaban demasiado unidos; él la salvó cuando a penas ella era una cría de diecisiete años y supongo que eso fue lo que hizo saltar la chispa, ya que desde entonces nunca antes se habían separado. Sabía a ciencia cierta que Thessa lo había obligado muchas veces a marcharse, ya que las huidas y persecuciones de su hermano Gabriel no eran asunto suyo, aunque ella misma sabía que no lo decía en serio.
  Caleb era el metamorfo de Thessa. Por lo que ella me había podido contar y yo había leído en sus libros antiguos, un metamorfo era un ser sobrenatural ligado a la vida de una bruja. Estos acabaron medio extintos o viviendo en bosques alejados de la civilización, ya que muchos sufrían a manos de sus dueñas terribles torturas. Una de las múltiples cosas que ponían en los libros sobre ellos era que, a pesar de estar ligados a la vida de su bruja, si ellos morían ellas permanecerían intactas, pero si era en caso contrario a las pocas horas el alma del metamorfo abandonaría el cuerpo inservible para vagar sobre la faz de la Tierra; por eso Thessa estaba empeñada en que Caleb seguía vivo. Ella se aferraba a la idea de que si él hubiera muerto, ella lo habría sentido, pero eso no teníamos manera de averiguarlo.
  Llevábamos siete meses buscándolo y no había rastro ni de él ni de Gabriel y Daniel, el supuesto hermano de Thessa, quien quería acabar con su vida para así absorber sus poderes por una antigua disputa familiar. Yo me quejaba de mi familia, pero la de Thessa era pura telenovela.
Le pasé una manta por encima. Después de nuestra charla, había caído rendida y no quería despertarla. A pesar de que por las mañanas en Foxckrawens hacía un calor insoportable, por las noches refrescaba y aunque Thessa era una vampira y no dipodia enfermar yo aún no me habita terminado de acostumbrar a ello.
  Con un suspiro, cerré la puerta con cuidado y me alejé de su habitación. Me dirigí a toda velocidad hacia el salón para coger mi chaqueta de cuero de la encimera y me marché, haciendo el menor ruido posible.
  Thessa no tenía ni idea, pero a pesar de que ella había perdido la esperanza totalmente, yo seguía buscando a Caleb y sobre todo ahora, que contaba con la ayuda de alguien crucial en este asunto y que conocía bastante bien a Gabriel.
  Debo reconocer que al principio no me hizo ninguna gracia contar con su ayuda cuando acudió a mí; pero situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas a si es que no dudé y me lancé al pozo.
  Cuando salí a la calle, el fresco fue como una bocanada de aire para mis pulmones. Ya no necesitaba respirar, pero mi cuerpo aún no se había adaptado del todo a mis nuevas necesidades a si es que lo hacía por pura inercia. A veces me sorprendía a mí misma descubriendo cosas que en ningún momento me habría planteado el cómo o el por qué de su existencia. Podía oír el aleteo de una mosca cien veces más amplificado de lo que podría haberlo oído siendo una humana. No me cansaba; nunca. Podía pasar horas corriendo una maratón que no necesitaría ni un pequeño resquicio de oxígeno; aunque claro, no todo eran ventajas. La sed de sangre era lo peor de todo. Thessa me había ayudado a controlarme pero la sensación de quemazón en la garganta nunca se iba, simplemente menguaba; pero seguía ahí. Era como si tuviera una fogata en mi traquea que escarbara en la carne para salir al exterior.
  Una vez le pregunté a Thess que si ella había matado a alguien, y me miró con tristeza con una sonrisa en los labios, dejando entrever sus colmillos desenfundados. No obtuve respuesta pero pude imaginármelo. Era lo que más me asustaba de todo; dejarme vencer por mi nuevo instinto vampiro y arrebatar la vida de alguien.
  Corrí por las calles pasando desapercibida a aquellas personas que como yo, andaban sin rumbo aparente. Sentía el aire chocar contra mi cuerpo, deslizándose por mi cuello y las diversas partes que llevaba al descubierto. Las sensaciones se amplificaban y lo que antes me parecía una simple caricia, ahora era más; mucho más.
  Me adentré en el bosque y en pocos minutos llegué a mi lugar de destino; un claro en las profundidades adornado con un caserón de paredes blancas y suelo de madera. Pensé que tendría que esperar; pero me equivoqué. Escuché un pequeño ruido, el chasquido de una rama al partirse. Supe que lo había hecho para llamar mi atención puesto que él era mucho más viejo que yo y los vampiros eramos sigilosos como un guepardo al acecho. Giré sobre mis pies y ahí lo encontré; apoyado en la barandilla de la casa con un aire indiferente. Él levantó la cabeza y sus ojos azules se clavaron en mí.


Elhija:

  Betsi apareció entre los árboles sin hojas que cubrían a la casa. Su pelo rojo la delataba a pesar de que iba a toda velocidad. Sonreí, casi ajeno a aquel gesto, en cuanto la vi, incluso respiré aliviado porque pensé que no vendría a nuestra cita.
  Nos habíamos visto un par de veces antes, pero seguía pensando que el día menos pensado me delataría a Thessa y esta vendría en su lugar a ponerle fin a mi triste vida. No podría reprochárselo, al fin y al cabo gracias a mi su mejor amigo estaba desaparecido o peor aún... muerto.
  A pesar de mis esfuerzos por borrarlo de mi mente, todavía recordaba el último día que la vi. Fue el día que decidí enfrentarme a Gabriel, su hermanastro. Cuando desperté, lo primero en lo que pensé era en que ella estuviera bien en lugar de que yo mismo seguía con vida. Me desaté las cuerdas y corrí hacia el exterior al borde de la desesperación y entonces la vi. Estaba tirada en el suelo y por un momento pensé lo peor. Me acerqué y la estreché entre mis brazos. No me importaba que Daniel o Gabriel volvieran a asaltarme por la espalda o me hicieran cualquier otra artimaña, solo me importaba que ella estuviera bien y en cuanto lo comprobé me la llevé de allí.
  Betsi nos estaba esperando en el salón y cuando nos vio casi le da un desmallo.
-¿Qué demonios ha pasado? -medio chilló aguantándose las lagrimas.
  Ni siquiera le contesté, no tenia fuerzas para ello, simplemente dejé a Thessa en el sofá y tras un segundo que yo mismo me permití para rozar sus labios me marché sin decir adiós.
  A veces me permitía pensar en ella, pensaba en cómo estaría y deseaba con todas mis fuerzas volver a verla, por eso en los momentos de flaqueza, en los que la desesperación me inundaba, tenía que reunir todo mi valor para no caer en el abismo. Así habían sido mis días en los últimos meses; llenos de remordimientos y culpas por haber hecho lo que hice, por haberla traicionado de esa forma. Quizás, por ello, sentía que le debía lo que estaba haciendo, ayudándola en secreto a rescatar a su amigo.
-Hola -saludó secamente Betsi.
-Hola -asentí mientras me baja de la barandilla en la que me encontraba apoyado.
  A pesar de sus esfuerzos, se veía claramente que aún no se fiaba de mí. Estaba a más de dos metros de distancia, sumida en la penumbra de la noche cerrada y su corazón estaba acelerado como el de un pequeño colibrí. No pude evitar sonreír.
-¿Tienes noticias nuevas?
-Sí -contesté, con un asentimiento de cabeza- aunque no son muchas.
-Dispara -dijo, cruzándose de brazos.- Menos es nada.
-Las Vegas.
  Betsi me miró con incertidumbre. Frunció el entrecejo y cambió la posición de sus pies, dejando caer el peso sobre su lado derecho.
-¿Las Vegas? ¿Qué mierdas significa eso? -refunfuñó- Mira, si no me quieres ayudar está bien, pero ya que lo haces, hazlo bien.
-Lo último que sé es que probablemente estén allí-aclaré, manteniéndole la mirada.
-¿Y cómo estás tan seguro de ello?
-He intentado seguirles la pista, pero cuando se trata de Gabriel es algo complicado. Un amigo me ha dicho que han encontrado a varios cadáveres desangrados y que le ha parecido ver a Daniel por los alrededores. No tengo nada más. Ya te dije que era poco lo que sabía.
-Las Vegas... -susurró para sí.-¿Y qué demonios hacen en Las Vegas? ¿Apostar todo al negro? En serio, esto es demasiado desconcertante y desesperante. Te juro que cuando le poga las manos encima a ese tiparraco se va a arrepentir de haber nacido.
-No lo sé Betsi, -me encogí de hombros, obviando su comentario- yo me pregunto lo mismo, pero sé que no están allí por estar. Estamos hablando de Gabriel; créeme, no haces las cosas por hacer.
-Ya, ya sé que tú lo conoces bien.
  Una punzada de dolor se clavó en mi pecho al escuchar aquellas palabras. Intenté darles de lado, pero me fue imposible y Betsi se dio cuenta de ello.
  La chica me miró y acto seguido se dio la vuelta para marcharse. Así eran nuestros encuentros, ella llegaba yo la informaba para posteriormente marcharse de vuelta a casa de Thessa.
  Siempre resonaba en mi cabeza una vocecilla que me decía que le preguntara por Thess, solo para saber cómo se encontraba, pero al segundo me arrepentía y me quedaba callado, diciéndome a mí mismo que si lo hacía solo sería mucho peor pero esa vez, nadie dijo nada. No escuché ninguna voz, esa vez, algo fue distinto por eso, antes de que la chica se marchara me paré frente a ella y me lancé de cabeza al pozo.
-¿Cómo esta? -pregunté con precisión.
  Betsi me miró con una mezcla de pena y repulsión en los ojos. Uno de nuestros acuerdos, para poder llevar a cabo nuestras investigaciones en conjunto era que yo no le preguntaría por Thessa, ni tan siquiera la mencionaría.
-No voy a responderte a eso -contestó con brusquedad, antes de pasar de largo, dando con su hombro en mi brazo.
  No podía dejar que se marchara, a si es que la agarré del brazo y la atraje hacia a mí. Sus ojos, llenos de sorpresa me miraron, incluso diría que algo asustados. No entendí el por qué hasta que no me di cuenta de que mis colmillos habían aflorado a la luz y mis ojos se habían adaptado con ellos.
-Necesito saber cómo está -medio rugí, controlando a la bestia que llevaba dentro.
-¡Suéltame! -con una sacudida, consiguió arrancar su brazo de entre mis dedos- ¡No vuelvas ha hacer eso o te juro que te arranco la cabeza¡ ¿Me oyes?
  Antes de que pudiera añadir nada más, se desvaneció de nuevo entre las sombras de bosque y a pesar de que podía haber rastreado su olor, decidí que lo mejor era dejarla ir.


Thessa:


  Me desperté con un sobre salto envuelta en sudor y lágrimas. El pelo se me había pegado a la cara y el pecho me subía y bajaba pidiéndome aire fresco en abundancia a si es que obedecí y como una yonkie en busca de su heroína, corrí hacia la ventana y la abrí de par en par.

  Sentí cómo la brisa marina, con un ligero olor a sal, me golpeaba en todas las partes de mi cuerpo y se adentraba en los pulmones llevándose consigo los resquicios del calor sofocante de la habitación.   Los papeles que había sobre mi mesa salieron volando hasta caer con suave aleteo en el suelo.
  No podía quitarme de la cabeza el sueño; ese maldito sueño que se repetía una y otra vez y me perseguía todas las noches como un bucle inacabable. Siempre era lo mismo; siempre sucedía lo mismo, cada segundo, cada cosa, cada detalle... siempre igual. Yo sentía que quería despertar, pero nunca lo conseguía hasta que llegaba el momento final.
  En el sueño yo me encontraba en la habitación con Elhija. Él se acercaba lentamente a mí y yo esperaba con ansia a que sus labios rozaran los míos, pero tras varios segundos en los que nos besábamos, un ligero golpeteo en mis oídos me separa de él. Yo le preguntaba qué era lo que sonaba y acto seguido mi corazón ensangrentado estaba en sus manos, palpitando, dando el golpe final. Yo lo miraba aterrorizada y le preguntaba por qué lo había hecho; qué le había hecho yo para que él decidiera matarme, pero nunca respondía a ninguna de sus preguntas solo se reía hasta que yo me sumía en la oscuridad.
  Cuando llegaba a la nada, llena de dolor y decepción, unos árboles crecían del suelo transformándose en un bosque tenebroso lleno de sonidos que me perforaban los tímpanos. Yo intentaba escapar de allí, chillándole al viento que se callara y justo cuando veía una pequeña luz al final del camino volvía a aparecer en el mismo sitio donde había despertado. Corría y corría sin cesar, pero siempre volvía al punto de origen y cada vez, los sonidos eran más cercanos hasta que caía rendida junto a un sauce llorón y Caleb me cogía entre sus brazos para preguntarme por qué lo había dejado marchar mientras que yo lloraba y le decía que no tenía la culpa.
  Me sequé las lagrimas con el borde de la camiseta y sacudí la cabeza para intentar despejarme, pero lo único que conseguí fue marearme.
-¿Cuándo acabará esto? -le pregunté al viento en un susurro.
  Agarré el colgante que llevaba en el cuello. Era una perfecta unión entre la Luna y el Sol junto con un universo creado en el espacio del astro dorado. Era de mi madre. Caleb me lo regaló el día de mi cumpleaños. Cada vez que me ponía nerviosa lo aferraba entre mis manos con todas mis fuerzas para que me diera una respuesta que me ayudara a recuperar a mi mejor amigo. Era puro acto reflejo estúpido pero a la vez me reconfortaba.
  Un brillo en mi muñeca llamó la atención y a pesar de que sabía lo que era y no quería mirar, mis ojos actuaron por si solos. La pulsera de Elhija aún colgaba como una extensión más de mi cuerpo. En un principio la arranqué y la tiré; no quería tener nada que tuviera que ver con él, pero sin saber muy bien el motivo, al cabo de las semanas volví a ponérmela. Sabía de sobra que estaba mal y que por su culpa ahora mi mundo estaba más que patas arriba, pero no podía evitar pensar en él. El recuerdo de su beso me atormentaba todas las noches. La sensación de sus labios sobre los míos aún me erizaba el pelo incluso me revoloteaba el estomago. No había vuelto a saber nada de él y a pesar de que me dolía, esperaba no volver a encontrármelo nunca más; porque si lo hacía, me vería obligada a acabar con él y después de todo aún seguía sintiendo algo por aquel estúpido chico de ojos azules.

  Con un suspiro de resignación, me acerqué a la ventana dispuesta a cerrarla y volver a la cama para enfrentarme de nuevo a esa maldita pesadilla, pero entonces una sensación me invadió el pecho. Sentía como si alguien me estuviera observando y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Me asomé, para asegurarme de que allí fuera no había nadie y concienciarme de que solo había sido una paranoia mía, pero justo cuando me disponía a olvidar todo, una sombra salió de un portal y se esfumó, como si no hubiera estado allí.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Capítulo 1.

La imagen que me devolvía el espejo era siniestra y aterradora, hasta el punto de darme pena de mí misma. Unas ojeras pronunciadas marcaban mi rostro haciendo que mis ojos se volvieran profundos; pero no profundos de sinceros, sino profundos de no haber dormido en meses. Mi piel se había vuelto más pálida de lo normal y el pelo caía laceo sobre mis hombros sin una forma definida. Hacía tiempo que había dejado de importarme mi aspecto. Hacía tiempo que todo había dejado de cobrar sentido. Había perdido el apetito y mi peso había reducido un par de tallas. Cuando pasaba por la calle, con mis gafas de sol y la capucha de la sudadera tapándome hasta la nariz, la gente se volvía para mirar a  aquel extraño ser, pero todo me daba lo mismo.
  Debía de dar gracias a lo que era, de no haber sido por ello, ya habría estado  enterrada bajo tierra, aunque eso y vivir aterrada y en una espiral de desesperación constante… escogía lo primero.
  Las cosas habían cambiado mucho en los últimos meses. Betsi había conseguido graduarse a duras penas pero había decidido no ir a la universidad a pesar de que yo le había insistido en ello. La pobre tampoco lo estaba pasando nada bien. Sus padres no sospechaban nada de su nueva vida, pero aun así ella me había dicho que los notaba distantes, hasta el punto de mudarse a la ciudad. En teoría ella debería haberse ido con ellos, pero decidió que lo mejor era quedarse a vivir conmigo en el ático de Foxckrawens y lo más extraño de todo es que sus padre no habían puesto ninguna objeción. Sospechaba que había empleado la coerción con ellos; uno de los dones de nuestra especie, la raza vampírica.
 Volví a concentrarme en mi reflejo. Tenía en la mano derecha unas tijeras de cocina y en la otra un mechón de mi precioso cabello negro, el cual había perdido su brillo, como el resto de mi ser. Estaba harta de vivir así; atormentada y llena de preguntas. Eso no significara que me hubiera rendido en mi búsqueda, solo que me había cansado de seguir luchando.
 Suspiré con resignación y apreté los ojos con fuerza, ya que me daba miedo ver lo que estaba a punto de hacer.
-A la de una… -conté, acercando la tijera hasta que mi pelo quedó atrapado entre las dos hojas que la formaban;- a la de dos… -cerré un poco el objeto y apreté aún más los ojos- y a la de…. ¡tres!
-¡No!
 De un manotazo, Betsi me arrancó las tijeras de la mano, que salieron volando hasta quedar clavadas en la pared, con una ligera vibración. Ambas nos quedamos mirando el punto donde las tijeras habían quedado enganchadas y posteriormente, desvié los ojos, hasta dedicarle un mirada llena de odio, a la que se suponía que era mi mejor amiga.
-¡No vuelvas a hacer eso! –dije entre dientes, desencajando las tijeras de la pared. Habían dejado un agujero, ahí donde se habían clavado.
-Y tú deja de intentar cambiar tu lock, ya pareces una pobrecita, no quieras parecerlo aún más –soltó, quitándomelas de la mano.
 Una espinita que hacía tiempo que llevaba clavada en mi corazón, se adentró aún más al escucharle decir tal cosa. Sabía que ella también lo estaba pasando mal; pero su dolor no era comparable al mío y no podía pedirme que la entendiera, sin que ella me entendiera a mí primero.
  Sin mirarla si quiera, pasé junto a ella, dándole un golpe en el hombro y dirigiéndome hacia mi habitación. El cuarto de baño conectaba mi habitación y la de Caleb; pero hacía tiempo que la otra puerta había quedado cerrada. Me asomé por la ventana. Aún era de día, pero el Sol no tardaría en ponerse. Odiaba el verano, los días eran demasiado largos.
  Noté la presencia de mi amiga tras de mí, pero no me di la vuelta. Cerré los ojos y suspiré, haciendo acopio de mí fuerza para no derrumbarme de nuevo.
  Betsi suspiró y lo próximo que escuché fue la puerta cerrarse. Odiaba esa situación, pero supongo que cuando tu cuerpo se marchita y se cansa de seguir lleno de luz, es lo que pasa; que todo a tu alrededor pierde el sentido. Muchas veces había llegado al desesperado pensamiento de acabar con todo y dejar de sentí  nada; hacer un hechizo y hacer que todo dejara de importarme y simplemente vivir. Pero… ¿qué clase de vida sería esa? La vida consiste en sentir, en vivirla, como su propio nombre indica. Estaba claro que no todo iba a ser siempre color de rosas y mi vida los últimos meses era negra, sin un atisbo de brillo o luz que me iluminara el camino; pero si olvidaba por qué estaba luchando… caavaría convertida en un monstruo y no podía hacerle eso. No a él.
-Está bien, se acabó.
  Pegué un bote en el sitio. Betsi seguía encaramada a la puerta de brazos cruzados. No me cabía duda que había mejorado en su destreza vampírica mientras que la mía me abandonaba en cada momento. Era como si cada paso en el que yo me marchitaba, ella se hiciera mucho más fuerte. Estaba orgullosa de ella, aunque la mayoría de las veces me tocara tanto la moral.
-Joder, que susto… -suspiré, llevándome la mano al corazón, que me palpitaba a toda velocidad.
-¿No te estás dando cuenta? Esto no puede seguir así –medio gritó, señalándome con la mano de arriba abajo.
-¿El qué? –me aventuré a preguntar, a pesar de que sabía perfectamente a lo que se refería.
  Ella cogió aire y lo soltó, emitiendo un ruidito de frustración a la par que se giraba para no mirarme a la cara.
-¿El qué? ¿El qué? –me imitó, poniendo una voz que nada tenía que ver tenía con la mía.- ¡Todo, joder, todo! Cada vez vas a peor. Han pasado siete meses Thessa, ¡siete meses! Y no has mejorado nada.
 *Siete meses* La palabra me golpeó como un bloque de hormigón y tuve que sentarme sobre la cama, si no quería caerme de bruces al suelo.
-Siete meses… -susurré, como si no me hubiera dado cuenta de ello; como si el tiempo se hubiera vuelto a poner en movimiento, después de tanto tiempo sin funcionar.
  Una gota de agua corrió por mi mejilla hasta precipitarse sobre mi muslo desnudo. A veces, el mundo gira a tu alrededor y tú no eres consciente de ello, por eso cuando de repente vuelves a la realidad, ésta se topa contigo de golpe. Eso me pasaba a mí. Me encerraba en una burbuja de aire donde no dejaba entrar a nadie; ni tan siquiera a Betsi, que se suponía que se trataba de mi mejor amiga. Ella trataba de empujarme fuera, pero por más que lo intentaba, yo no paraba de oponer resistencia, esperando a que me sacara esa persona, que no había vuelto a ver.  No sabía si seguía con vida, pero me aferraba a esa idea poniéndome la excusa de que si él hubiera muerto yo lo habría sentido, aunque ¿qué más dolor del que ya estaba sufriendo? ¿No era aquella suficiente señal?
-Thes… cielo…
  Betsi se sentó en la cama junto a mí y me abrazó con delicadeza. Su contacto frío me produjo un escalofrío, pero era reconfortante saber que había alguien en la que todavía podía confiar. Dejé caer mi cabeza sobre su hombro.
-Thes… tú no eres así. ¿Qué ha sido de la Thessa que yo conocí aquel día en el instuto? –Pasó una mano por mi pelo enmarañado, intentando acariciarlo sin que sus dedos se quedaran atrapados allí.- La sutil y borde Thessa que me soltó una bordería como saludo el primer día de clase.
  Sonreí con  nostalgia al recordar nuestro primer encuentro.
¨-Tú debes de ser la nueva ¿verdad?

Una chica, vestida  de negro, se puso delante, cortándome el paso. Tenía el pelo tan corto como un chico y dos pircing; uno en la ceja y otro atravesando su labio inferior pintados del color de la sangre.

-Vaya, ¿cómo lo has adivinado? -inquirí con ironía.

-Pues.... tu cara no me suena y no creo haberte visto por aquí -contestó mirándome de arriba a abajo detenidamente- me sonarían tus botas, son una pasada.

-Sí, soy nueva. Gracias.

La esquivé para continuar mi camino y alejarme de ella. Lo que menos me apetecía era hacer ¨amiguitos¨ nuevos. Cada vez que conocía a alguien, tenía que irme a otro lugar. Esta vez no pasaría.

La chica, al parecer no pilló mi indirecta de ¨déjame sola, no quiero conocerte, no me interesas, ¡largo!¨, si no que se tomó mi marcha como una invitación a seguirme.

-Soy Betsi, por cierto, ¿tú eres?

-Theressa. Mis amigos me llaman Thessa, Thessi, Thess.... pero como he dicho, mis amigos.¨

 Al recordar aquel momento, me pregunté por qué, después de haber sido tan borde con ella, había decidido ser mi amiga. La miré de reojo, sonriendo, al borde de la carcajada mientras que las lágrimas surcaban mis mejillas, y pensé en lo mucho que había cambiado ella también. Su pelo seguía siendo rojo, pero ya no era tan corto. Tiempo atrás la convencí para que se lo dejara largo y tras mucho insistir conseguí que lo hiciera. No lo tenía tan largo como yo, pero sí tenía una media melena de un rojo intenso precioso que le hacía un bonito contraste con su piel pálida. El pendiente de su ceja había desaparecido y el aro de su labio había cambiado de lugar para quedar situado justo en el medio adornado con una bolita negra.
Mi amiga me miró extrañada, con el ceño fruncido, pero sonrió.
-¿De qué te ríes si puede saberse? Yo también quiero.
Me encogí de hombros y contesté:
-De nada, solo me estaba acordando del día en el que nos conocimos y me preguntaba cómo después de haber sido tan gilipollas contigo no decidiste largarte. Yo me habría pegado un puñetazo en la cara.
-Oh… -exclamó, mientras asentía con efusividad- lo pensé créeme, pero como ya te dije esas botas eran una pasada.
 Ambas nos echamos a reír a carcajadas.
-¿Sabes? –Dijo con un tono de voz suave- Hacía tiempo que no sonreías.
  Miré con nostalgia la puerta que daba al cuarto de baño; y me imaginé a mi mejor amigo, a mi hermano, al que incluso había llegado a ser algo más que un simpe compañero… a Caleb, saliendo por aquella puerta y correr a darme un abrazo. Muchas veces lo había imaginado y había evocado su recuerdo. El recuerdo de sus abrazos y sus bromas, de su cálida mirada y sus regañinas. Esos pensamientos me hacían feliz; pero solo eran imaginaciones.

Betsi tenía razón; hacía tiempo que había dejado de sonreír.

Prólogo.

 Todo estaba frío y oscuro. El suelo estaba húmedo y el ambiente cargado.
No lo recuerdo muy bien, de hecho, no había nada que recordar; solo que me dolían todas y cada una de las partes del cuerpo. Era como si una apisonadora me hubiera pasado por encima y ahora no fuera capaz de moverme. Intenté hacerlo, pero noté que tenía las muñecas envueltas en unas cadenas. Tiré de ellas con fuerza, pero  un tintineo sonó cuando lo hice, por lo que supuse que mis esposas estaban enganchadas en la pared.
*Pero… qué demonios…* pensé, confundido.
  Intenté esforzarme por recordar qué era lo que había pasado, pero solo veía oscuridad en mi mente. A veces me venía algún recuerdo sonoro; como el grito de alguien o algún comentario grosero, pero nada que me destapara el misterio de mi paradero.

  Escuché unos pasos y mi cuerpo se puso en tensión, dispuesto para atacar. A pesar de que aquel sitio olía a rancio y putrefacción, un ligero olor a sangre llegó hasta mí y eso solo hizo que se me revolvieran las tripas. Odiaba el olor a la sangre y eso que normalmente había estado muy familiarizado con ella.
  Los pasos cesaron a escasos metros de mí. Sonó un gruñido, procedente de una  puerta oxidada y posteriormente un fuerte golpe. La luz del pasillo se reflejó en la pared y una sonrisa ponzoñosa se burló de mí. Me era tan familiar…
  Con el ceño fruncido y las manos apretadas con fuerza sobre mi regazo, apreté los dientes y entrecerré los ojos dispuesto  a descubrir de quién era esa risa; dispuesto a pedirle explicaciones; pero en cuanto lo vi, supe que no las habría.
-Vaya, vaya… por fin has despertado –se rio, la sombra de la puerta.

  Entonces, todo cobró sentido.