miércoles, 12 de noviembre de 2014

Capítulo 2.

Betsi:

  Odiaba verla así. Saber que Thessa era una chica llena de vida y ver cómo se estaba consumiendo en la rabia y la desesperación era algo horriblemente atroz. Yo había perdido a miembros de mi familia, pero nunca había estado de tal manera. Caleb y Thessa estaban demasiado unidos; él la salvó cuando a penas ella era una cría de diecisiete años y supongo que eso fue lo que hizo saltar la chispa, ya que desde entonces nunca antes se habían separado. Sabía a ciencia cierta que Thessa lo había obligado muchas veces a marcharse, ya que las huidas y persecuciones de su hermano Gabriel no eran asunto suyo, aunque ella misma sabía que no lo decía en serio.
  Caleb era el metamorfo de Thessa. Por lo que ella me había podido contar y yo había leído en sus libros antiguos, un metamorfo era un ser sobrenatural ligado a la vida de una bruja. Estos acabaron medio extintos o viviendo en bosques alejados de la civilización, ya que muchos sufrían a manos de sus dueñas terribles torturas. Una de las múltiples cosas que ponían en los libros sobre ellos era que, a pesar de estar ligados a la vida de su bruja, si ellos morían ellas permanecerían intactas, pero si era en caso contrario a las pocas horas el alma del metamorfo abandonaría el cuerpo inservible para vagar sobre la faz de la Tierra; por eso Thessa estaba empeñada en que Caleb seguía vivo. Ella se aferraba a la idea de que si él hubiera muerto, ella lo habría sentido, pero eso no teníamos manera de averiguarlo.
  Llevábamos siete meses buscándolo y no había rastro ni de él ni de Gabriel y Daniel, el supuesto hermano de Thessa, quien quería acabar con su vida para así absorber sus poderes por una antigua disputa familiar. Yo me quejaba de mi familia, pero la de Thessa era pura telenovela.
Le pasé una manta por encima. Después de nuestra charla, había caído rendida y no quería despertarla. A pesar de que por las mañanas en Foxckrawens hacía un calor insoportable, por las noches refrescaba y aunque Thessa era una vampira y no dipodia enfermar yo aún no me habita terminado de acostumbrar a ello.
  Con un suspiro, cerré la puerta con cuidado y me alejé de su habitación. Me dirigí a toda velocidad hacia el salón para coger mi chaqueta de cuero de la encimera y me marché, haciendo el menor ruido posible.
  Thessa no tenía ni idea, pero a pesar de que ella había perdido la esperanza totalmente, yo seguía buscando a Caleb y sobre todo ahora, que contaba con la ayuda de alguien crucial en este asunto y que conocía bastante bien a Gabriel.
  Debo reconocer que al principio no me hizo ninguna gracia contar con su ayuda cuando acudió a mí; pero situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas a si es que no dudé y me lancé al pozo.
  Cuando salí a la calle, el fresco fue como una bocanada de aire para mis pulmones. Ya no necesitaba respirar, pero mi cuerpo aún no se había adaptado del todo a mis nuevas necesidades a si es que lo hacía por pura inercia. A veces me sorprendía a mí misma descubriendo cosas que en ningún momento me habría planteado el cómo o el por qué de su existencia. Podía oír el aleteo de una mosca cien veces más amplificado de lo que podría haberlo oído siendo una humana. No me cansaba; nunca. Podía pasar horas corriendo una maratón que no necesitaría ni un pequeño resquicio de oxígeno; aunque claro, no todo eran ventajas. La sed de sangre era lo peor de todo. Thessa me había ayudado a controlarme pero la sensación de quemazón en la garganta nunca se iba, simplemente menguaba; pero seguía ahí. Era como si tuviera una fogata en mi traquea que escarbara en la carne para salir al exterior.
  Una vez le pregunté a Thess que si ella había matado a alguien, y me miró con tristeza con una sonrisa en los labios, dejando entrever sus colmillos desenfundados. No obtuve respuesta pero pude imaginármelo. Era lo que más me asustaba de todo; dejarme vencer por mi nuevo instinto vampiro y arrebatar la vida de alguien.
  Corrí por las calles pasando desapercibida a aquellas personas que como yo, andaban sin rumbo aparente. Sentía el aire chocar contra mi cuerpo, deslizándose por mi cuello y las diversas partes que llevaba al descubierto. Las sensaciones se amplificaban y lo que antes me parecía una simple caricia, ahora era más; mucho más.
  Me adentré en el bosque y en pocos minutos llegué a mi lugar de destino; un claro en las profundidades adornado con un caserón de paredes blancas y suelo de madera. Pensé que tendría que esperar; pero me equivoqué. Escuché un pequeño ruido, el chasquido de una rama al partirse. Supe que lo había hecho para llamar mi atención puesto que él era mucho más viejo que yo y los vampiros eramos sigilosos como un guepardo al acecho. Giré sobre mis pies y ahí lo encontré; apoyado en la barandilla de la casa con un aire indiferente. Él levantó la cabeza y sus ojos azules se clavaron en mí.


Elhija:

  Betsi apareció entre los árboles sin hojas que cubrían a la casa. Su pelo rojo la delataba a pesar de que iba a toda velocidad. Sonreí, casi ajeno a aquel gesto, en cuanto la vi, incluso respiré aliviado porque pensé que no vendría a nuestra cita.
  Nos habíamos visto un par de veces antes, pero seguía pensando que el día menos pensado me delataría a Thessa y esta vendría en su lugar a ponerle fin a mi triste vida. No podría reprochárselo, al fin y al cabo gracias a mi su mejor amigo estaba desaparecido o peor aún... muerto.
  A pesar de mis esfuerzos por borrarlo de mi mente, todavía recordaba el último día que la vi. Fue el día que decidí enfrentarme a Gabriel, su hermanastro. Cuando desperté, lo primero en lo que pensé era en que ella estuviera bien en lugar de que yo mismo seguía con vida. Me desaté las cuerdas y corrí hacia el exterior al borde de la desesperación y entonces la vi. Estaba tirada en el suelo y por un momento pensé lo peor. Me acerqué y la estreché entre mis brazos. No me importaba que Daniel o Gabriel volvieran a asaltarme por la espalda o me hicieran cualquier otra artimaña, solo me importaba que ella estuviera bien y en cuanto lo comprobé me la llevé de allí.
  Betsi nos estaba esperando en el salón y cuando nos vio casi le da un desmallo.
-¿Qué demonios ha pasado? -medio chilló aguantándose las lagrimas.
  Ni siquiera le contesté, no tenia fuerzas para ello, simplemente dejé a Thessa en el sofá y tras un segundo que yo mismo me permití para rozar sus labios me marché sin decir adiós.
  A veces me permitía pensar en ella, pensaba en cómo estaría y deseaba con todas mis fuerzas volver a verla, por eso en los momentos de flaqueza, en los que la desesperación me inundaba, tenía que reunir todo mi valor para no caer en el abismo. Así habían sido mis días en los últimos meses; llenos de remordimientos y culpas por haber hecho lo que hice, por haberla traicionado de esa forma. Quizás, por ello, sentía que le debía lo que estaba haciendo, ayudándola en secreto a rescatar a su amigo.
-Hola -saludó secamente Betsi.
-Hola -asentí mientras me baja de la barandilla en la que me encontraba apoyado.
  A pesar de sus esfuerzos, se veía claramente que aún no se fiaba de mí. Estaba a más de dos metros de distancia, sumida en la penumbra de la noche cerrada y su corazón estaba acelerado como el de un pequeño colibrí. No pude evitar sonreír.
-¿Tienes noticias nuevas?
-Sí -contesté, con un asentimiento de cabeza- aunque no son muchas.
-Dispara -dijo, cruzándose de brazos.- Menos es nada.
-Las Vegas.
  Betsi me miró con incertidumbre. Frunció el entrecejo y cambió la posición de sus pies, dejando caer el peso sobre su lado derecho.
-¿Las Vegas? ¿Qué mierdas significa eso? -refunfuñó- Mira, si no me quieres ayudar está bien, pero ya que lo haces, hazlo bien.
-Lo último que sé es que probablemente estén allí-aclaré, manteniéndole la mirada.
-¿Y cómo estás tan seguro de ello?
-He intentado seguirles la pista, pero cuando se trata de Gabriel es algo complicado. Un amigo me ha dicho que han encontrado a varios cadáveres desangrados y que le ha parecido ver a Daniel por los alrededores. No tengo nada más. Ya te dije que era poco lo que sabía.
-Las Vegas... -susurró para sí.-¿Y qué demonios hacen en Las Vegas? ¿Apostar todo al negro? En serio, esto es demasiado desconcertante y desesperante. Te juro que cuando le poga las manos encima a ese tiparraco se va a arrepentir de haber nacido.
-No lo sé Betsi, -me encogí de hombros, obviando su comentario- yo me pregunto lo mismo, pero sé que no están allí por estar. Estamos hablando de Gabriel; créeme, no haces las cosas por hacer.
-Ya, ya sé que tú lo conoces bien.
  Una punzada de dolor se clavó en mi pecho al escuchar aquellas palabras. Intenté darles de lado, pero me fue imposible y Betsi se dio cuenta de ello.
  La chica me miró y acto seguido se dio la vuelta para marcharse. Así eran nuestros encuentros, ella llegaba yo la informaba para posteriormente marcharse de vuelta a casa de Thessa.
  Siempre resonaba en mi cabeza una vocecilla que me decía que le preguntara por Thess, solo para saber cómo se encontraba, pero al segundo me arrepentía y me quedaba callado, diciéndome a mí mismo que si lo hacía solo sería mucho peor pero esa vez, nadie dijo nada. No escuché ninguna voz, esa vez, algo fue distinto por eso, antes de que la chica se marchara me paré frente a ella y me lancé de cabeza al pozo.
-¿Cómo esta? -pregunté con precisión.
  Betsi me miró con una mezcla de pena y repulsión en los ojos. Uno de nuestros acuerdos, para poder llevar a cabo nuestras investigaciones en conjunto era que yo no le preguntaría por Thessa, ni tan siquiera la mencionaría.
-No voy a responderte a eso -contestó con brusquedad, antes de pasar de largo, dando con su hombro en mi brazo.
  No podía dejar que se marchara, a si es que la agarré del brazo y la atraje hacia a mí. Sus ojos, llenos de sorpresa me miraron, incluso diría que algo asustados. No entendí el por qué hasta que no me di cuenta de que mis colmillos habían aflorado a la luz y mis ojos se habían adaptado con ellos.
-Necesito saber cómo está -medio rugí, controlando a la bestia que llevaba dentro.
-¡Suéltame! -con una sacudida, consiguió arrancar su brazo de entre mis dedos- ¡No vuelvas ha hacer eso o te juro que te arranco la cabeza¡ ¿Me oyes?
  Antes de que pudiera añadir nada más, se desvaneció de nuevo entre las sombras de bosque y a pesar de que podía haber rastreado su olor, decidí que lo mejor era dejarla ir.


Thessa:


  Me desperté con un sobre salto envuelta en sudor y lágrimas. El pelo se me había pegado a la cara y el pecho me subía y bajaba pidiéndome aire fresco en abundancia a si es que obedecí y como una yonkie en busca de su heroína, corrí hacia la ventana y la abrí de par en par.

  Sentí cómo la brisa marina, con un ligero olor a sal, me golpeaba en todas las partes de mi cuerpo y se adentraba en los pulmones llevándose consigo los resquicios del calor sofocante de la habitación.   Los papeles que había sobre mi mesa salieron volando hasta caer con suave aleteo en el suelo.
  No podía quitarme de la cabeza el sueño; ese maldito sueño que se repetía una y otra vez y me perseguía todas las noches como un bucle inacabable. Siempre era lo mismo; siempre sucedía lo mismo, cada segundo, cada cosa, cada detalle... siempre igual. Yo sentía que quería despertar, pero nunca lo conseguía hasta que llegaba el momento final.
  En el sueño yo me encontraba en la habitación con Elhija. Él se acercaba lentamente a mí y yo esperaba con ansia a que sus labios rozaran los míos, pero tras varios segundos en los que nos besábamos, un ligero golpeteo en mis oídos me separa de él. Yo le preguntaba qué era lo que sonaba y acto seguido mi corazón ensangrentado estaba en sus manos, palpitando, dando el golpe final. Yo lo miraba aterrorizada y le preguntaba por qué lo había hecho; qué le había hecho yo para que él decidiera matarme, pero nunca respondía a ninguna de sus preguntas solo se reía hasta que yo me sumía en la oscuridad.
  Cuando llegaba a la nada, llena de dolor y decepción, unos árboles crecían del suelo transformándose en un bosque tenebroso lleno de sonidos que me perforaban los tímpanos. Yo intentaba escapar de allí, chillándole al viento que se callara y justo cuando veía una pequeña luz al final del camino volvía a aparecer en el mismo sitio donde había despertado. Corría y corría sin cesar, pero siempre volvía al punto de origen y cada vez, los sonidos eran más cercanos hasta que caía rendida junto a un sauce llorón y Caleb me cogía entre sus brazos para preguntarme por qué lo había dejado marchar mientras que yo lloraba y le decía que no tenía la culpa.
  Me sequé las lagrimas con el borde de la camiseta y sacudí la cabeza para intentar despejarme, pero lo único que conseguí fue marearme.
-¿Cuándo acabará esto? -le pregunté al viento en un susurro.
  Agarré el colgante que llevaba en el cuello. Era una perfecta unión entre la Luna y el Sol junto con un universo creado en el espacio del astro dorado. Era de mi madre. Caleb me lo regaló el día de mi cumpleaños. Cada vez que me ponía nerviosa lo aferraba entre mis manos con todas mis fuerzas para que me diera una respuesta que me ayudara a recuperar a mi mejor amigo. Era puro acto reflejo estúpido pero a la vez me reconfortaba.
  Un brillo en mi muñeca llamó la atención y a pesar de que sabía lo que era y no quería mirar, mis ojos actuaron por si solos. La pulsera de Elhija aún colgaba como una extensión más de mi cuerpo. En un principio la arranqué y la tiré; no quería tener nada que tuviera que ver con él, pero sin saber muy bien el motivo, al cabo de las semanas volví a ponérmela. Sabía de sobra que estaba mal y que por su culpa ahora mi mundo estaba más que patas arriba, pero no podía evitar pensar en él. El recuerdo de su beso me atormentaba todas las noches. La sensación de sus labios sobre los míos aún me erizaba el pelo incluso me revoloteaba el estomago. No había vuelto a saber nada de él y a pesar de que me dolía, esperaba no volver a encontrármelo nunca más; porque si lo hacía, me vería obligada a acabar con él y después de todo aún seguía sintiendo algo por aquel estúpido chico de ojos azules.

  Con un suspiro de resignación, me acerqué a la ventana dispuesta a cerrarla y volver a la cama para enfrentarme de nuevo a esa maldita pesadilla, pero entonces una sensación me invadió el pecho. Sentía como si alguien me estuviera observando y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Me asomé, para asegurarme de que allí fuera no había nadie y concienciarme de que solo había sido una paranoia mía, pero justo cuando me disponía a olvidar todo, una sombra salió de un portal y se esfumó, como si no hubiera estado allí.

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