sábado, 29 de noviembre de 2014

Capítulo 3.

Thessa:

Despertar llena de fuerza y vitalidad no era muy habitual en mí desde hacía un tiempo; por eso me sorprendí cuando me vi frente al frigorífico buscando algo que llevarme a la boca y con una sonrisa en los labios. Estaba hambrienta, pero allí no había prácticamente nada más allá que un pedazo de queso mohoso y un par de yogures desnatados caducados de los que le gustaban a Caleb, a si es que podía hacerme una idea de cuánto tiempo llevábamos sin hacer la compra.
En esa casa la única que comía comida humana era yo, ya que Caleb había sido secuestrado por mi hermanastro y dado que yo no había vuelto a probar un plato decente desde entonces y casi toda la comida acababa por ponerse mala, no habíamos vuelto a hacer la compra, ya que Betsi me había dado por imposible, a si es que tuve que conformarme con calentar un vaso de sangre 0+ en el microondas y darme un canto en los dientes.
Me apoyé en la encimera, esperando a que el microondas me avisara de que mi plato estaba listo mientras que enredaba en mi pelo enmarañado, dándole vueltas a tantas cosas que no sabría por donde empezar a buscarles la lógica. Respiré hondo y me concentré, intentando ordenar los hechos.
Por regla general, desde que Caleb había desaparecido, mis días se habían convertido en un infierno y ni siquiera tenía ganas de levantarme de la cama, pero si me quedaba era mucho peor, pues acababa dormida y volvían a mí las pesadillas, pero ese día no había sido así. Ese día ni siquiera había sido consciente de que me había despertado hasta que mi cerebro no se había dado cuenta de la situación: yo ante un frigorífico buscando comida y muerta de hambre. Algo insólito. Ni siquiera había tenido pesadillas aquella noche después de volver a dormirme. Lo único que recordaba era oscuridad y ansiedad. Nada más. Por eso estaba tan extrañada. No es que no me alegrara de tener algo de hambre o de haberme desecho de esas malditas pesadillas que me acosaban noche sí y noche también; sino que todo había tenido lugar después de descubrir que alguien me había estado observando.
¿Qué cómo sabía que alguien me había espiado? Muy sencillo; no habría huido cuando lo miré. Por lo que todo encajaba; aunque también podían ser paranoias mías y simplemente haber sido un transeunte a altas horas de la madrugada.
Normalmente en aquel barrio no solían haber disturbios, pero más de una vez los vecinos habían llamado a la policía para que se encargaran de los chavales problemáticos después de una larga noche de borrachera; pero aquella persona no parecía un joven borracho. Más bien parecía alguien cuidadoso que se había puesto nervioso al ser descubierto y por eso había salido huyendo. Además, había estado esa sensación... había sido algo extraño. Lo había notado, sus ojos puestos en mí, pero al rato la calma me había invadido y recordaba haber caído rendida en la cama, fuera de preocupaciones. Tenía un nudo en el pecho que me oprimía deseando salir al exterior pero que algo no lo dejaba y lo retenía ahí. Era como una falsa felicidad; porque aparentemente yo me encontraba bien, incluso sentimentalmente estaba bien, pero no era real.
El sonido del microondas me despertó de mi aletargo con un pitido estridente. Sacudí la cabeza para despejarme y los mechones de mi pelo enmarañado se agolparon en mi cara, cubriéndola por completo.
-Tengo que hacer algo contigo -mascullé entre dientes.
Me pasé los dedos por el pelo y me lo recogí en un moño desgreñado en lo alto de la cabeza. El calor era insoportable por las mañanas y sobretodo para una vampira como yo. A mí, debido a mi mezcla de especies, no me afectaba el Sol tanto como a un vampiro normal, ya que yo podía salir a la calle a plena luz del día sin necesidad de un hechizo de protección, pero no dejaba de ser incómoda su presencia y por eso, odiaba los veranos.


Betsi:

Un pitido me despertó. Busqué entre la oscuridad mi despertador, llevándome por medio un libro, mi móvil y un vaso sucio de sangre de la noche anterior, hasta que dí con él. Marcaban las nueve de la mañana, lo que quería decir que faltaba una hora hasta que sonara. Fruncí el ceño algo desconcertada, puesto que, a pesar de la presencia de Thess, yo era la única que vivía en aquella casa y ella solía pasarse el día metida en la cama sin horarios de sueño.
Me restregué los ojos con los puños de las manos para ver algo mejor. Volví a comprobar la hora. Las nueve y un minuto.
-Qué extraño... -murmuré, algo desconcertada.
Volví a meter la cabeza entre las sabanas, restando importancia a lo sucedido, pues perfectamente podía haber sido algún vecino o alguien de la calle y mi sensibilidad auditiva lo había captado; pero en cuanto oí los disparos me levanté y salí pitando de la habitación. De no haber estado muerta ya, probablemente me habría dado un infarto.
Entré primero en la habitación de Thessa, pero allí no había nada y cuando digo nada, es nada, ni tan siquiera ella.
Las pulsaciones se me aceleraron y mi instinto vampírico salió a la luz por voluntad propia. Me asomé a la ventana, pero allí no había nadie. Corrí escaleras abajo y de repente el corazón me dio un vuelto. No sabía si pegarla por el susto que me había dado o abrazarla por estar fuera de su apestoso cuarto.
-¡Te voy a matar! -gruñí entre dientes, aún con los caninos a la luz.
-¿Qué pasa?-Thessa me miró desconcertada desde el sillón.
-¡Me has dado un susto de muerte!
Exhausta, me dejé caer junto a ella con los ojos cerrados. Por un momento me había temido lo peor; que su hermano por fin se había decidido por dar señales de vida.
Cuando abrí los ojos, Thessa me miraba con los suyos muy abiertos y vidriosos, a punto de llorar; pero con una sonrisa de oreja a oreja en los labios.
-Técnicamente ya estás muerta -sonrió, aún más.
Yo no pude evitarlo y me eché a reír liberando la tensión que se había apoderado de mí dos minutos atrás. Me incorporé y la estreché entre mis brazos.
-Maldita seas -le susurré al oído- que susto me has dado.
-¿Por?
-Un pitido me ha despertado, he pensado que era el despertador, pero no y cuando me he vuelto a tumbar en la cama he escuchado uno disparos -le expliqué apresuradamente separándome de ella.- He entrado en tu cuarto pero no estabas y por un momento....
Thessa se echó a reír a carcajadas limpias, algo que, sinceramente, me sorprendió.
-¿Qu-qué pasa? -me aventuré a preguntar, mirándola con el ceño fruncido.
Ella me miró y señaló a la televisión con uno de sus dedos huesudos. Una película de pistoleros del año en el que mis padres aún moceaban llenaba la caja tonta de imágenes. Yo la miré con ira contenida y me lancé sobre ella atacando directamente a las costillas, donde sabía a ciencia cierta que estaba llena de cosquillas. Thessa pataleó e incluso me zarandeó para intentar quitarme de encima, pero yo resistí.
-¡Basta! -chillaba entre risas- ¡Por favor!
-Me has asustado, mereces lo peor -reí yo, contenta por verla feliz.
-¡Betsi! Por favor.
-Noups.
-Besti, para ya por favor -su suplica sonó más como un quejido que como un ruego o eso me pareció a mí.- Betsi...
Una ráfaga me sacudió de arriba a abajo y acto seguido estaba volando por los aires, hasta que la pared me frenó y caí de bruces al suelo. Un dolor me recorrió todos y cada uno de los huesos del cuerpo, aunque donde más concentrado estaba era en mi hombro derecho, el cual se había desencajado. Thessa me miraba horrorizada desde el sillón y algo me decía que había dejado de respirar de la impresión puesto que su tono rondaba el púrpura azulado. Intenté levantarme, pero las piernas me fallaron a si es que apoyé la espalda en el suelo y me quedé ahí tumbada, recuperando fuerzas.



Thessa:

Sin saber muy bien como, una fuerza sobrehumana recorrió todo mi cuerpo y mandó a Betsi a la otra punta de la habitación. Normalmente, cuando practicaba magia, un hormigueo se agolpaba en mis manos, pero aquello poco tenía que ver con la sensación a la que estaba familiarizada.
Me incorporé lo más rápido que pude y la imagen de Betsi derrumbada en el suelo me desarmó por dentro. Sabía que en un par de minutos ella estaría bien, pero le había hecho daño y mucho.
Corrí hacia ella e intenté incorporarla.
-¿Estás bien? -pregunté con un hilo de voz, mientras la llevaba hacia el sofá- N-no sé que ha pasado, yo solo quería que te quitaras de encima y...
-Estoy bien Thess -asintió, con una mueca de dolor, cuando levantó las piernas para tumbarse sobre la superficie acolchada del mueble- nada que no pueda curarse.
-Dios Betsi... -susurré, sentándome en el suelo junto a ella.
-Necesito un favor.
Mi amiga se giró hacia mí con los ojos aún cerrados y entonces se miró el hombro. Yo seguí la dirección de su mirada y solté un gritito ahogado al comprobar a lo que se refería. Su hombro estaba desencajado. La miré asustada. Sabía perfectamente que no era nada grabe, Betsi ya era una vampira, y su hombro estaría bien en unos minutos, el problema era que yo le había hecho eso.
Respiré hondo y con un empujón se lo coloqué de nuevo. No le di tiempo a prepararse y un alarido de dolor salió de lo más profundo de su garganta.
-¿Mejor? -inquirí, con una ceja levantada.
Betsi me miró con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados cuando dejó caer la cabeza sobre el cojín del reposa-brazos.
-Sí -suspiró.
-Joder -espeté, pegando con mi pie descalzo en el suelo.
-¿Me puedes explicar qué demonios ha sido eso? No me malinterpretes, me alegro mucho de que vuelvas a usar tu magia, pero... ¡NO CONTRA MÍ!
Mi magia había dejado de funcionar; al principio no sabía muy bien el motivo pero no tardamos en averiguarlo.
Después de que Caleb desapareciera, me sumí en un estado en el cual no habría sido bueno que mi magia hubiera salido a la luz. De vez en cuando había intentado llevar a cabo hechizos sencillos, pero siempre salían mal. Una vez intenté prender una vela y al final acabé incendiando un sillón, por lo que decidí suprimirla hasta que me encontrara mejor.
La magia, tenía vida propia; por eso muchas brujas, a lo largo de la historia, nunca habían sido capaces de doblegarla. Era un espíritu en fusión con el alma de la bruja; si esta veía oscuridad en ella, se desactivaba, quedando en un modo de reposo hasta pasar a otra generación; por eso las brujas podíamos pasar nuestra magia a otra persona o a un simple objeto.
Mi alma y mi magia habían dejado de estar en perfecta compenetración y ella había decidido desaparecer, esperando el momento oportuno.
-No lo sé... ha sido extraño. -La miré con el entrecejo fruncido, intentando buscar una explicación a lo ocurrido.- Normalmente siento un cosquilleo en los brazos y luego en las yemas de los dedos pero...-me contemplé las manos, como si allí se hallara la respuesta- esta vez ha sido como si luna fuerza extraña saliera de mí.
-Que raro... -susurró.
De repente, una bombilla se encendió en mi interior.
-Anoche... -empecé, ordenando las palabras en mi mente, antes de darles voz. Carraspeé y continué- anoche vi algo Betsi.
La chica se incorporó con una mueca de dolor, haciéndome un hueco a su lado. Dio un par de palmadas sobre el cojín para indicarme que me sentara y así lo hice.
-¿A qué te refieres con que viste algo?
-Anoche me desperté de madrugada. Pasé algunos minutos despierta apoyada en la ventana y sentí que alguien me estaba observando.
-¿A qué hora?
-No lo sé -me encogí de hombros, intentando hacer memoria- pon que fueran las dos o las tres de la mañana. No estoy muy segura.
Betsi suspiró, dejando caer sus hombros hacia adelante, derrotada. Ella estaba al tanto de mis pesadillas, pero yo nunca le había contado que pasaban en ellas. Suficiente tenía como para preocuparse aún más.
-Olvídalo -dijo con resignación- era yo.
Mi amiga se levantó del sofá y se dirigió a la cocina bajo mi atenta mirada. Su respuesta me había pillado un poco con la guardia baja dado que no había pensado en esa posibilidad. Desde un primer momento había llegado a la conclusión de que se trataba de un hombre y no una mujer.
-¿Tú? ¿Por qué ibas a ser tú?
La seguí hasta la cocina y me senté sobre la encimera, donde había estado un rato antes mientras esperaba a que el microondas terminara su trabajo.
No respondió enseguida, sino que se tomó un par de minutos para responder.
-Salí a dar una vuelta.
-¿A las dos de la madrugada? -inquirí con clara sorpresa.
-Sí, no podía dormir y salí a dar un paseo. A veces lo hago y lo sabes.
A pesar de que su respuesta era cierta, estaba al tanto de sus escapadas nocturnas, sabía que no había una clara verdad en sus palabras. Hacía tiempo que no había mentiras para mí por su parte.
Pensé en la posibilidad de decirle que sabía que me estaba mintiendo. Era obvio que la persona a la que vi, ya fuera hombre o mujer, no se trataba de mi compañera, pero también pensé en que si Betsi me había ocultado la verdad, sus motivos tendría a si es que decidí no darle más vueltas y dejarlo estar.
-¿Por qué no podías dormir? -cuestioné, en un ultimo intento de contrastar mis sospechas.
-No he parado de darle vueltas a lo de mi hermano. -Contestó finalmente.
-Betsi... -susurré, atrayéndola hacia a mí y estrechándola en un fuerte abrazo.
Su hermano era el motivo por el cual sus padres habían decidido mudarse a la ciudad. Tenía un tipo de enfermedad degenerativa que iba paralizándole ciertas partes de cuerpo. Los médicos le habían dicho que su esperanza de vida no llegaría a más de los treinta años, pero sus padres aún no habían perdido la esperanza. Betsi y Jer estaban muy unidos; a penas se sacaban dos años.
-Lo hecho mucho de menos Thess -sollozó, humedeciéndome la piel- pero... no puedo...
-Shh -le acaricié la el pelo a modo de consolación- sabes que estará bien.
-Lo sé, pero... el otro día hable con mis padres.- Se separó de mí para limpiarse las lágrimas de los ojos- me han dicho que está peor. Antes era capaz de caminar, con ayuda pero ya...
Se ahogó al final de la frase y no pudo terminar de hablar, pero no me hacía falta, pues podía imaginarme la respuesta.
-Betsi... -empecé a decir, pero frené extrañada, cuando sus ojos se centraron en algo detrás de mí.
Sus labios dibujaron una sonrisa.
-Has comido.
-¿Qué? -pregunté sin comprender.
Con la velocidad del rayo, fue hasta el comedor y se plantó frente a mí con un vaso usado, manchado de sangre por todas partes.
-Has comido -se rió, señalándolo con su dedo índice.
No pude evitar sonreír al ver la alegría reflejada en sus ojos.
-Sí -asentí- de hecho creo que ha sido el microondas lo que te ha despertado.
-Solo por esto te perdonaré que casi me haya dado un infarto y que me hayas empotrado contra la pared.
-¿Gracias? -reí, arqueando las cejas.
-Has recuperado el apetito. -No fue una pregunta, más bien una afirmación, como si fuera algo obvio.- Ya era hora.
-Si bueno, sobre eso quería yo hablarte...No hay nada en la nevera.
-Lo sé. Dejé de hacer la compra. -Sacó dos bolsas de sangre del frigorífico y me tendió una, la cual yo acepté vacilante.-Esto se merece un brindis.
-Betsi yo... -intenté advertirla de que no cantara victoria tan pronto; de que tenía mis truculentas sospechas al respecto, pero la vi tan feliz, que no pude negarselo.- Está bien -sonreí- ¿por qué brindamos?
-Por la vuelta de Theressa Whest.


Elhija:

La casa estaba demasiado vacía. Daniel se había ido con Gabriel y ahora me pertenecía solo a mi. Antes teníamos servicio de limpieza, pero decidí echarlos cuando me marché.
Cuando llegamos a Foxckrawens, Gabriel nos asignó aquel lugar para vivir con argumentaciones como que estaba alejado del pueblo y que él se encargaría de crear un hechizo protector para que así su hermana nunca diera con nosotros; pero él no contaba con que yo acabaría salvándole de un ataque de sus propios secuaces.
Todavía recordaba aquél dichoso día en el que la vi por primera vez en persona en la tienda de abetos. La había visto antes en fotos que su hermanastro nos había mostrado a Daniel y a mí, pero no era lo mismo. Ella ni tan siquiera se dio cuenta de lo que yo era.
Estaba con su amigo comprando un árbol de navidad. Los seguí desde la pizzería en la que Caleb trabajaba y cuando vi que el chico la dejaba sola un segundo, supe que esa era mi oportunidad para acercarme a ella. Gabriel me ordenó explícitamente que me enfrentara a Thessa hasta que quedara inconsciente, pero cuando sus ojos se fijaron en los míos... todo se fue al traste. Por eso cuando me enteré de que le habían preparado una emboscada no pude evitar verme implicado en ella. No podía dejarla a su suerte y sabía que ella sola no podría con todos y decidí acogerla en casa.
A Daniel no le hizo ninguna gracia que la metiera majo nuestro techo, con el metamorfo incluido, pero lo engatusé con mentiras y engaños de los cuales con el tiempo me di cuenta que eran más para mí que para sí. Le debíamos lealtad a Gabriel; pero yo no estaba dispuesto a hacerle daño a semejante criatura solo porque el loco de su hermano me hubiera sacado de las calles.
Gabriel era un buen tipo, pero la obsesión con su hermana lo había trastornado y no tardé en darme cuenta de ello. Al principio creí que sería un buen amigo, incluso llegué a considerarlo un hermano. Daniel siempre decía que yo lo único que le tenía era envidia; pero no era así.
Mientras que yo siempre había sido consciente de la situación; la ceguera había atrapado a mi amigo, protegiéndolo de la realidad.
Me encontraba en el salón, terminando de quitar las últimas sábanas cubiertas de polvo que habían protegido los muebles esos últimos meses cuando un crujido proveniente del piso superior llegó hasta mis oídos. No había nadie más en aquella casa excepto yo.
Dejé lo que estaba haciendo y subí sin hacer un solo ruido. Quizás se tratara de una rata o algún pájaro que hubiera entrado por alguna ventana, pero yo siempre había sido muy precavido.
Anduve por todas las estancias, pero en ninguna había nada fuera de lo normal a excepción de un polvo sobrehumano generado por meses de encierro. Iba a dejarlo estar, pero entonces una risa ligera como el canto de un pájaro me sorprendió a mis espaldas. Me giré a toda velocidad, pero ella fue más rápida.
Una masa de cabello rubio se cernió sobre mí tirándome al suelo con un fuerte estrépito. Intenté incorporarme, pero sus fuertes manos me empujaron contra el suelo impidiendo que me moviera.
-Hola bombón -dijo con su seductora voz.



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