Thessa:
Despertar llena
de fuerza y vitalidad no era muy habitual en mí desde hacía un
tiempo; por eso me sorprendí cuando me vi frente al frigorífico
buscando algo que llevarme a la boca y con una sonrisa en los labios.
Estaba hambrienta, pero allí no había prácticamente nada más allá
que un pedazo de queso mohoso y un par de yogures desnatados
caducados de los que le gustaban a Caleb, a si es que podía hacerme
una idea de cuánto tiempo llevábamos sin hacer la compra.
En esa casa la
única que comía comida humana era yo, ya que Caleb había sido
secuestrado por mi hermanastro y dado que yo no había vuelto a
probar un plato decente desde entonces y casi toda la comida acababa
por ponerse mala, no habíamos vuelto a hacer la compra, ya que Betsi
me había dado por imposible, a si es que tuve que conformarme con
calentar un vaso de sangre 0+ en el microondas y darme un canto en
los dientes.
Me apoyé en la
encimera, esperando a que el microondas me avisara de que mi plato
estaba listo mientras que enredaba en mi pelo enmarañado, dándole
vueltas a tantas cosas que no sabría por donde empezar a buscarles
la lógica. Respiré hondo y me concentré, intentando ordenar los
hechos.
Por regla
general, desde que Caleb había desaparecido, mis días se habían
convertido en un infierno y ni siquiera tenía ganas de levantarme de
la cama, pero si me quedaba era mucho peor, pues acababa dormida y
volvían a mí las pesadillas, pero ese día no había sido así. Ese
día ni siquiera había sido consciente de que me había despertado
hasta que mi cerebro no se había dado cuenta de la situación: yo
ante un frigorífico buscando comida y muerta de hambre. Algo
insólito. Ni siquiera había tenido pesadillas aquella noche después
de volver a dormirme. Lo único que recordaba era oscuridad y
ansiedad. Nada más. Por eso estaba tan extrañada. No es que no me
alegrara de tener algo de hambre o de haberme desecho de esas
malditas pesadillas que me acosaban noche sí y noche también; sino
que todo había tenido lugar después de descubrir que alguien me
había estado observando.
¿Qué cómo
sabía que alguien me había espiado? Muy sencillo; no habría huido
cuando lo miré. Por lo que todo encajaba; aunque también podían
ser paranoias mías y simplemente haber sido un transeunte a altas
horas de la madrugada.
Normalmente en
aquel barrio no solían haber disturbios, pero más de una vez los
vecinos habían llamado a la policía para que se encargaran de los
chavales problemáticos después de una larga noche de borrachera;
pero aquella persona no parecía un joven borracho. Más bien parecía
alguien cuidadoso que se había puesto nervioso al ser descubierto y
por eso había salido huyendo. Además, había estado esa
sensación... había sido algo extraño. Lo había notado, sus ojos
puestos en mí, pero al rato la calma me había invadido y recordaba
haber caído rendida en la cama, fuera de preocupaciones. Tenía un
nudo en el pecho que me oprimía deseando salir al exterior pero que
algo no lo dejaba y lo retenía ahí. Era como una falsa felicidad;
porque aparentemente yo me encontraba bien, incluso sentimentalmente
estaba bien, pero no era real.
El sonido del
microondas me despertó de mi aletargo con un pitido estridente.
Sacudí la cabeza para despejarme y los mechones de mi pelo
enmarañado se agolparon en mi cara, cubriéndola por completo.
-Tengo que hacer
algo contigo -mascullé entre dientes.
Me pasé los
dedos por el pelo y me lo recogí en un moño desgreñado en lo alto
de la cabeza. El calor era insoportable por las mañanas y sobretodo
para una vampira como yo. A mí, debido a mi mezcla de especies, no
me afectaba el Sol tanto como a un vampiro normal, ya que yo podía
salir a la calle a plena luz del día sin necesidad de un hechizo de
protección, pero no dejaba de ser incómoda su presencia y por eso,
odiaba los veranos.
Betsi:
Un pitido me
despertó. Busqué entre la oscuridad mi despertador, llevándome por
medio un libro, mi móvil y un vaso sucio de sangre de la noche
anterior, hasta que dí con él. Marcaban las nueve de la mañana, lo
que quería decir que faltaba una hora hasta que sonara. Fruncí el
ceño algo desconcertada, puesto que, a pesar de la presencia de
Thess, yo era la única que vivía en aquella casa y ella solía
pasarse el día metida en la cama sin horarios de sueño.
Me restregué
los ojos con los puños de las manos para ver algo mejor. Volví a
comprobar la hora. Las nueve y un minuto.
-Qué extraño...
-murmuré, algo desconcertada.
Volví a meter
la cabeza entre las sabanas, restando importancia a lo sucedido, pues
perfectamente podía haber sido algún vecino o alguien de la calle y
mi sensibilidad auditiva lo había captado; pero en cuanto oí los
disparos me levanté y salí pitando de la habitación. De no haber
estado muerta ya, probablemente me habría dado un infarto.
Entré primero
en la habitación de Thessa, pero allí no había nada y cuando digo
nada, es nada, ni tan siquiera ella.
Las pulsaciones
se me aceleraron y mi instinto vampírico salió a la luz por
voluntad propia. Me asomé a la ventana, pero allí no había nadie.
Corrí escaleras abajo y de repente el corazón me dio un vuelto. No
sabía si pegarla por el susto que me había dado o abrazarla por
estar fuera de su apestoso cuarto.
-¡Te voy a
matar! -gruñí entre dientes, aún con los caninos a la luz.
-¿Qué
pasa?-Thessa me miró desconcertada desde el sillón.
-¡Me has dado un
susto de muerte!
Exhausta, me
dejé caer junto a ella con los ojos cerrados. Por un momento me
había temido lo peor; que su hermano por fin se había decidido por
dar señales de vida.
Cuando abrí
los ojos, Thessa me miraba con los suyos muy abiertos y vidriosos, a
punto de llorar; pero con una sonrisa de oreja a oreja en los labios.
-Técnicamente ya
estás muerta -sonrió, aún más.
Yo no pude
evitarlo y me eché a reír liberando la tensión que se había
apoderado de mí dos minutos atrás. Me incorporé y la estreché
entre mis brazos.
-Maldita seas -le
susurré al oído- que susto me has dado.
-¿Por?
-Un pitido me ha
despertado, he pensado que era el despertador, pero no y cuando me he
vuelto a tumbar en la cama he escuchado uno disparos -le expliqué
apresuradamente separándome de ella.- He entrado en tu cuarto pero
no estabas y por un momento....
Thessa se echó
a reír a carcajadas limpias, algo que, sinceramente, me sorprendió.
-¿Qu-qué pasa?
-me aventuré a preguntar, mirándola con el ceño fruncido.
Ella me miró y
señaló a la televisión con uno de sus dedos huesudos. Una película
de pistoleros del año en el que mis padres aún moceaban llenaba la
caja tonta de imágenes. Yo la miré con ira contenida y me lancé
sobre ella atacando directamente a las costillas, donde sabía a
ciencia cierta que estaba llena de cosquillas. Thessa pataleó e
incluso me zarandeó para intentar quitarme de encima, pero yo
resistí.
-¡Basta!
-chillaba entre risas- ¡Por favor!
-Me has asustado,
mereces lo peor -reí yo, contenta por verla feliz.
-¡Betsi! Por
favor.
-Noups.
-Besti, para ya
por favor -su suplica sonó más como un quejido que como un ruego o
eso me pareció a mí.- Betsi...
Una ráfaga me
sacudió de arriba a abajo y acto seguido estaba volando por los
aires, hasta que la pared me frenó y caí de bruces al suelo. Un
dolor me recorrió todos y cada uno de los huesos del cuerpo, aunque
donde más concentrado estaba era en mi hombro derecho, el cual se
había desencajado. Thessa me miraba horrorizada desde el sillón y
algo me decía que había dejado de respirar de la impresión puesto
que su tono rondaba el púrpura azulado. Intenté levantarme, pero
las piernas me fallaron a si es que apoyé la espalda en el suelo y
me quedé ahí tumbada, recuperando fuerzas.
Thessa:
Sin saber muy
bien como, una fuerza sobrehumana recorrió todo mi cuerpo y mandó a
Betsi a la otra punta de la habitación. Normalmente, cuando
practicaba magia, un hormigueo se agolpaba en mis manos, pero aquello
poco tenía que ver con la sensación a la que estaba familiarizada.
Me incorporé
lo más rápido que pude y la imagen de Betsi derrumbada en el suelo
me desarmó por dentro. Sabía que en un par de minutos ella estaría
bien, pero le había hecho daño y mucho.
Corrí hacia
ella e intenté incorporarla.
-¿Estás bien?
-pregunté con un hilo de voz, mientras la llevaba hacia el sofá-
N-no sé que ha pasado, yo solo quería que te quitaras de encima
y...
-Estoy bien Thess
-asintió, con una mueca de dolor, cuando levantó las piernas para
tumbarse sobre la superficie acolchada del mueble- nada que no pueda
curarse.
-Dios Betsi...
-susurré, sentándome en el suelo junto a ella.
-Necesito un
favor.
Mi amiga se
giró hacia mí con los ojos aún cerrados y entonces se miró el
hombro. Yo seguí la dirección de su mirada y solté un gritito
ahogado al comprobar a lo que se refería. Su hombro estaba
desencajado. La miré asustada. Sabía perfectamente que no era nada
grabe, Betsi ya era una vampira, y su hombro estaría bien en unos
minutos, el problema era que yo le había hecho eso.
Respiré hondo
y con un empujón se lo coloqué de nuevo. No le di tiempo a
prepararse y un alarido de dolor salió de lo más profundo de su
garganta.
-¿Mejor?
-inquirí, con una ceja levantada.
Betsi me miró
con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados cuando dejó caer la
cabeza sobre el cojín del reposa-brazos.
-Sí -suspiró.
-Joder -espeté,
pegando con mi pie descalzo en el suelo.
-¿Me puedes
explicar qué demonios ha sido eso? No me malinterpretes, me alegro
mucho de que vuelvas a usar tu magia, pero... ¡NO CONTRA MÍ!
Mi magia había
dejado de funcionar; al principio no sabía muy bien el motivo pero
no tardamos en averiguarlo.
Después de que
Caleb desapareciera, me sumí en un estado en el cual no habría sido
bueno que mi magia hubiera salido a la luz. De vez en cuando había
intentado llevar a cabo hechizos sencillos, pero siempre salían mal.
Una vez intenté prender una vela y al final acabé incendiando un
sillón, por lo que decidí suprimirla hasta que me encontrara mejor.
La magia, tenía
vida propia; por eso muchas brujas, a lo largo de la historia, nunca
habían sido capaces de doblegarla. Era un espíritu en fusión con
el alma de la bruja; si esta veía oscuridad en ella, se desactivaba,
quedando en un modo de reposo hasta pasar a otra generación; por eso
las brujas podíamos pasar nuestra magia a otra persona o a un simple
objeto.
Mi alma y mi
magia habían dejado de estar en perfecta compenetración y ella
había decidido desaparecer, esperando el momento oportuno.
-No lo sé... ha
sido extraño. -La miré con el entrecejo fruncido, intentando buscar
una explicación a lo ocurrido.- Normalmente siento un cosquilleo en
los brazos y luego en las yemas de los dedos pero...-me contemplé
las manos, como si allí se hallara la respuesta- esta vez ha sido
como si luna fuerza extraña saliera de mí.
-Que raro...
-susurró.
De repente, una
bombilla se encendió en mi interior.
-Anoche...
-empecé, ordenando las palabras en mi mente, antes de darles voz.
Carraspeé y continué- anoche vi algo Betsi.
La chica se
incorporó con una mueca de dolor, haciéndome un hueco a su lado.
Dio un par de palmadas sobre el cojín para indicarme que me sentara
y así lo hice.
-¿A qué te
refieres con que viste algo?
-Anoche me
desperté de madrugada. Pasé algunos minutos despierta apoyada en la
ventana y sentí que alguien me estaba observando.
-¿A qué hora?
-No lo sé -me
encogí de hombros, intentando hacer memoria- pon que fueran las dos
o las tres de la mañana. No estoy muy segura.
Betsi suspiró,
dejando caer sus hombros hacia adelante, derrotada. Ella estaba al
tanto de mis pesadillas, pero yo nunca le había contado que pasaban
en ellas. Suficiente tenía como para preocuparse aún más.
-Olvídalo -dijo
con resignación- era yo.
Mi amiga se
levantó del sofá y se dirigió a la cocina bajo mi atenta mirada.
Su respuesta me había pillado un poco con la guardia baja dado que
no había pensado en esa posibilidad. Desde un primer momento había
llegado a la conclusión de que se trataba de un hombre y no una
mujer.
-¿Tú? ¿Por qué
ibas a ser tú?
La seguí hasta
la cocina y me senté sobre la encimera, donde había estado un rato
antes mientras esperaba a que el microondas terminara su trabajo.
No respondió
enseguida, sino que se tomó un par de minutos para responder.
-Salí a dar una
vuelta.
-¿A las dos de
la madrugada? -inquirí con clara sorpresa.
-Sí, no podía
dormir y salí a dar un paseo. A veces lo hago y lo sabes.
A pesar de que
su respuesta era cierta, estaba al tanto de sus escapadas nocturnas,
sabía que no había una clara verdad en sus palabras. Hacía tiempo
que no había mentiras para mí por su parte.
Pensé en la
posibilidad de decirle que sabía que me estaba mintiendo. Era obvio
que la persona a la que vi, ya fuera hombre o mujer, no se trataba
de mi compañera, pero también pensé en que si Betsi me había
ocultado la verdad, sus motivos tendría a si es que decidí no darle
más vueltas y dejarlo estar.
-¿Por qué no
podías dormir? -cuestioné, en un ultimo intento de contrastar mis
sospechas.
-No he parado de
darle vueltas a lo de mi hermano. -Contestó finalmente.
-Betsi...
-susurré, atrayéndola hacia a mí y estrechándola en un fuerte
abrazo.
Su hermano era
el motivo por el cual sus padres habían decidido mudarse a la
ciudad. Tenía un tipo de enfermedad degenerativa que iba
paralizándole ciertas partes de cuerpo. Los médicos le habían
dicho que su esperanza de vida no llegaría a más de los treinta
años, pero sus padres aún no habían perdido la esperanza. Betsi y
Jer estaban muy unidos; a penas se sacaban dos años.
-Lo hecho mucho
de menos Thess -sollozó, humedeciéndome la piel- pero... no
puedo...
-Shh -le acaricié
la el pelo a modo de consolación- sabes que estará bien.
-Lo sé, pero...
el otro día hable con mis padres.- Se separó de mí para limpiarse
las lágrimas de los ojos- me han dicho que está peor. Antes era
capaz de caminar, con ayuda pero ya...
Se ahogó al
final de la frase y no pudo terminar de hablar, pero no me hacía
falta, pues podía imaginarme la respuesta.
-Betsi... -empecé
a decir, pero frené extrañada, cuando sus ojos se centraron en algo
detrás de mí.
Sus labios
dibujaron una sonrisa.
-Has comido.
-¿Qué?
-pregunté sin comprender.
Con la
velocidad del rayo, fue hasta el comedor y se plantó frente a mí
con un vaso usado, manchado de sangre por todas partes.
-Has comido -se
rió, señalándolo con su dedo índice.
No pude evitar
sonreír al ver la alegría reflejada en sus ojos.
-Sí -asentí- de
hecho creo que ha sido el microondas lo que te ha despertado.
-Solo por esto te
perdonaré que casi me haya dado un infarto y que me hayas empotrado
contra la pared.
-¿Gracias? -reí,
arqueando las cejas.
-Has recuperado
el apetito. -No fue una pregunta, más bien una afirmación, como si
fuera algo obvio.- Ya era hora.
-Si bueno, sobre
eso quería yo hablarte...No hay nada en la nevera.
-Lo sé. Dejé de
hacer la compra. -Sacó dos bolsas de sangre del frigorífico y me
tendió una, la cual yo acepté vacilante.-Esto se merece un brindis.
-Betsi yo...
-intenté advertirla de que no cantara victoria tan pronto; de que
tenía mis truculentas sospechas al respecto, pero la vi tan feliz,
que no pude negarselo.- Está bien -sonreí- ¿por qué brindamos?
-Por la vuelta de
Theressa Whest.
Elhija:
La casa estaba
demasiado vacía. Daniel se había ido con Gabriel y ahora me
pertenecía solo a mi. Antes teníamos servicio de limpieza, pero
decidí echarlos cuando me marché.
Cuando
llegamos a Foxckrawens, Gabriel nos asignó aquel lugar para vivir
con argumentaciones como que estaba alejado del pueblo y que él se
encargaría de crear un hechizo protector para que así su hermana
nunca diera con nosotros; pero él no contaba con que yo acabaría
salvándole de un ataque de sus propios secuaces.
Todavía
recordaba aquél dichoso día en el que la vi por primera vez en
persona en la tienda de abetos. La había visto antes en fotos que su
hermanastro nos había mostrado a Daniel y a mí, pero no era lo
mismo. Ella ni tan siquiera se dio cuenta de lo que yo era.
Estaba con su
amigo comprando un árbol de navidad. Los seguí desde la pizzería
en la que Caleb trabajaba y cuando vi que el chico la dejaba sola un
segundo, supe que esa era mi oportunidad para acercarme a ella.
Gabriel me ordenó explícitamente que me enfrentara a Thessa hasta
que quedara inconsciente, pero cuando sus ojos se fijaron en los
míos... todo se fue al traste. Por eso cuando me enteré de que le
habían preparado una emboscada no pude evitar verme implicado en
ella. No podía dejarla a su suerte y sabía que ella sola no podría
con todos y decidí acogerla en casa.
A Daniel no le
hizo ninguna gracia que la metiera majo nuestro techo, con el
metamorfo incluido, pero lo engatusé con mentiras y engaños de los
cuales con el tiempo me di cuenta que eran más para mí que para sí.
Le debíamos lealtad a Gabriel; pero yo no estaba dispuesto a hacerle
daño a semejante criatura solo porque el loco de su hermano me
hubiera sacado de las calles.
Gabriel era un
buen tipo, pero la obsesión con su hermana lo había trastornado y
no tardé en darme cuenta de ello. Al principio creí que sería un
buen amigo, incluso llegué a considerarlo un hermano. Daniel siempre
decía que yo lo único que le tenía era envidia; pero no era así.
Mientras que yo
siempre había sido consciente de la situación; la ceguera había
atrapado a mi amigo, protegiéndolo de la realidad.
Me encontraba
en el salón, terminando de quitar las últimas sábanas cubiertas de
polvo que habían protegido los muebles esos últimos meses cuando un
crujido proveniente del piso superior llegó hasta mis oídos. No
había nadie más en aquella casa excepto yo.
Dejé lo que
estaba haciendo y subí sin hacer un solo ruido. Quizás se tratara
de una rata o algún pájaro que hubiera entrado por alguna ventana,
pero yo siempre había sido muy precavido.
Anduve por
todas las estancias, pero en ninguna había nada fuera de lo normal a
excepción de un polvo sobrehumano generado por meses de encierro.
Iba a dejarlo estar, pero entonces una risa ligera como el canto de
un pájaro me sorprendió a mis espaldas. Me giré a toda velocidad,
pero ella fue más rápida.
Una masa de
cabello rubio se cernió sobre mí tirándome al suelo con un fuerte
estrépito. Intenté incorporarme, pero sus fuertes manos me
empujaron contra el suelo impidiendo que me moviera.
-Hola bombón
-dijo con su seductora voz.
Tengo ganas de que se encuentren Thessa y Elhija de nuevo.
ResponderEliminarPronto jejeje muuuuuuuuuuuuuuy pronto :)
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